El edificio esfuerza su cabeza innominada para cubrir la verdad:
el humbolt y deshacer el norte de los viejos cuentos que abrigan al mirador. También en la esquina, su cráneo lee: "moi" con tinta desconocida. ¿Quién inventó aquél pronombre francés para desollar el idioma labrado del día?
En ese atolladero se inscribe "moi", en tiza, en carbón, "moi" el edificio
Más allá de los pliegues moi contingentes
la vereda moi que lleva a un espacio continental
Donde hay música todos los sábados moi oui músi-cat
Entre sudores y reciclados sonoros
Más allá aún dos negrotes que ensayan una melodía moist
En la terraza
un rancho mira ¿? besando la paradoja cúrvase
Y más allá, más lejos, se abre el mar: lienzo de aceite azul como un cuadro de Feito blue
hecho por millones de manos de animales desgarrándose así
“Moi” el edificio
“moi” no puede ser alguno de nadie
De ser así tendría que cubrir todos los horizontes con su texto duro y
encarnizándose
decir
Moi
-Moi-
¡moi mamá!
Y Moi se revela inerme,
tiene tantas distancias desde un mismo pliegue
.